Bajo el cielo de Texas by Lou Carrigan

Bajo el cielo de Texas by Lou Carrigan

autor:Lou Carrigan
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras
publicado: 1963-12-31T23:00:00+00:00


METIDO EN APRIETO SOLICITO PRESENCIA COMPAÑEROS SI DENTRO DE SEIS HORAS NO ENVIO OTRO TELEGRAMA ANUNCIANDO ESTOY VIVO TODAVIA PUNTO PIDASE CUENTA DE MI MUERTE A HOMBRE LLAMADO MURRAY GRAYSON E INVESTIGUEN INTENTO DE ABUSO Y ASESINATO MUCHACHA LLAMADA ANNABELLA RUDNICK PUNTO ALGUACIL CHRISTOPHER MALLOY EXPLICARA DETALLE SOBRE ASUNTO MENCIONADO PUNTO HUMILDEMENTE SOLICITO REINGRESO EN EL CUERPO CON EFECTOS INMEDIATOS SI ES POSIBLE.

Sargento Nash.

—Cúrselo.

El telegrafista comenzó a leer el telegrama, contando las palabras al mismo tiempo. Cuando terminó, se quedó mirando a Uriah con la boca abierta.

—¿Alguna dificultad? —gruñó Nash.

—No, no...

—Dígame, entonces, cuánto vale ese papel amarillo.

—Nu-nueve cuarenta...

Uriah dejó diez dólares sobre la ventanilla.

—Llévame al rancho de los Rudnick, Eddie.

—Oiga, ellos dijeron que en cuanto le echasen la vista encima le iban a...

—Tú llévame allá, chico.

—Pero querrán...

—Atiende: o yo soy un imbécil o tú quieres a Annabella Rudnick... ¿Si o no?

Ed Marten enrojeció, mirando de reojo al telegrafista, que no perdía sílaba.

—No... no es usted un... un imbécil.

—Entonces, vamos allá. Tú verás a la chica, y yo al padre. Luego tan sólo con que ella pueda decirte una sola palabra, vamos a despellejar a alguien. ¿De acuerdo, Eddie?

—Sí, señor: de acuerdo. Le llevaré ahora mismo.

—Andando.

Salieron los dos de la oficina telegráfica. El telegrafista tardó casi un minuto en ajustar la marcha de sus ideas a la realidad de su trabajo. Pero cuando iba a empezar a cursar el telegrama, dos hombres entraron en la estafeta.

—Hola, Maloney —saludó Chris Malloy.

—Hola, Chris.

El alguacil se apoyó en la ventanilla.

—¿Mucho trabajo? —sonrió.

—Por ahora, sólo un telegrama. ; Pero qué telegrama...! Ese tipo llamado Nash...

—¿Ha puesto un telegrama?

—Oh, sí... Adivina para quién, Chris.

—Veamos... —pensó socarronamente Malloy—. ¿Para un tal Nelson Ringdon, capitán de los Rurales de Tejas en Springville?

—¡Hey...! Justamente eso es lo que...

—Dame ese telegrama, Maloney.

El empleado miró al hombre que acompañaba a Malloy. Un tipo alto y casi malencarado, barbudo y lleno de polvo, de mirada hosca y aspecto peligroso.

—Bueno, Chris, tú sabes que no puedo...

—Vamos, vamos, trae eso acá.

Maloney entregó el impreso, de mala gana. Malloy lo leyó rápidamente, y luego lo tendió a su acompañante. Este lo leyó también, sonrió como quien acaba de decir que el cielo presenta una tonalidad azul, y devolvió el impreso a Malloy.

—¿Y bien? —preguntó éste.

—De acuerdo.

Malloy le metió el papel en las narices a Maloney.

—Cúrsalo con toda urgencia, viejo coyote.

Y antes de que Maloney pudiese decir algo, los dos visitantes habían salido de la oficina. Y, en la calle ya, Malloy decía:

—Estaba seguro de que había oído antes el nombre de Uriah Nash, pero no recordaba cómo ni dónde.

—Bueno, ya lo sabe ahora —sonrió el otro

—Claro... ¿Qué hacemos ahora, Braden?

—Nada.

—Pero...

—Bueno, yo voy a ver si me afeitan y me ponen loción de calabaza.

—No creo que sea momento para bromas, Braden.

—¿Por qué no? Uriah siempre ha hecho las cosas de la mejor manera posible. Déjelo tranquilo, Malloy.

—El se va a meter en un lío.

—Seguramente. Pero saldrá con toda limpieza de él.

—De todos modos...

El llamado Braden apartó el lado izquierdo de su cazadora de dril, mostrando la placa de los Rurales de Texas prendida en la camisa.



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